Actualidad
11 recuerdos bahienses de Malvinas
11 personas que apoyaron desde acá, que lo vivieron desde nuestra ciudad.
Este 2 de abril se cumplen 39 años del inicio de la Guerra de Malvinas, por lo que se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en ella.
Ese día las tropas argentinas desembarcaron para forzar a Gran Bretaña a una negociación por la devolución soberana del archipiélago, ocupado por los ingleses desde enero de 1833.
El 70% de los soldados del Ejército que participaron en la guerra eran conscriptos, muchos de ellos tenían entre 19 y 20 años y provenían de distintas regiones del país.
En homenaje a los caídos, el 22 de noviembre de 2000 el gobierno nacional estableció el 2 de abril como el “Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas” y desde 2006 es un feriado nacional inamovible.
Le pedimos a 11 bahienses que nos cuenten qué recuerdo tienen grabado de aquella época.
“Me acuerdo de mi tía gritando desde el paredón ‘¡Recuperamos las Malvinas!’ y mi papá diciéndome ‘No saben en que lío nos metimos’. Él había estado dos años en la Marina”, cuenta Graciela Ortiz, que tenía 21 años.
“Escuchábamos todos los comunicados, estábamos pendientes. Pedían que la gente colaborara. Me acuerdo de los trenes pasando con los soldados y la gente esperando en las estaciones. Llegaba la noche y teníamos que cerrar todo”.
“Me acuerdo cuando Galtieri declaró: ‘Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla’ por televisión”, cuenta Gustavo Marcucci, que ahí tenía 28 años.
“Hicieron una colecta las personalidades del ambiente artístico. Todo el país donando todo, hasta las joyas de la abuela. Y a los destinatarios no les llegó nada”.
“El 2 de abril trabajaba en la Dirección de Alumnos y Estudios de la UNS, que en esa época estaba en Colón 80, con vista a la calle. Abrimos las ventanas por un bullicio importante que se escuchaba y mucha algarabía. Y la calle Colón estaba repleta de gente con banderas blancas, festejando esta situación. No sabíamos de qué se trataba. Cuando empezó a correr la voz y nos dijeron, sentí una angustia muy grande pensando a qué nos enfrentábamos”, recuerda Silvanna Cinti. En ese entonces tenía 22.
“Transcurrió el tiempo y la preocupación era mayor porque yo tenía 22 años, y temía que empezaran a llamar gente de mi clase, mis compañeros y amigos”.
“Lo que más recuerdo de la Guerra de Malvinas es que tuvimos que enmascarar todos los autos, a las luces solamente le quedaba una tirita del medio que apenas alumbraba. Suponiendo que de esa manera los ingleses no iban a saber dónde estaban las ciudades. Ingenuamente hacíamos eso”, cuenta Hugo Pallotini. Él tenía 25 años.
“Cada manzana tenía un delegado. Informaba y controlaba que todos tengas las luces apagadas a cierto horario. Daba las órdenes. El clima era el de “estamos ganando la guerra”. Era lo que nos vendían. Todos festejábamos, hacíamos colectas para mandar dinero, joyas y chocolates”, agregó.
Y concluyó: “Éramos jóvenes que hacía poco habíamos dejado la Colimba. Teníamos todo el sentimiento de “ojalá nos llamen”, nos presentamos como voluntarios. Acá seguía todo normal. Los boliches seguían funcionando, los bailes, las actividades deportivas, todo normal, mientras los chicos estaban en la trinchera dando la vida”.
“En 1982 iba a segundo grado. Aún recuerdo cómo junto a mis compañeros de escuela, mi mamá y otros padres, fuimos a la estación de tren a despedir a los soldados que iban a Malvinas. Debo confesar que me emociona recordar ese día”, recuerda Agustina Fitterer, quien tenía 6 años en ese momento.
“Llevábamos frazadas, golosinas, yerba para el mate, una carta…Aún recuerdo que con nuestros compañeros de curso escribimos una carta. Algunos tenían familiares, entonces esas cartas iban dirigidas a familiares. Otros poníamos un nombre ficticio para que llegara a ellos y se sintieran acompañados”, agrega.
Y remata: “Aún recuerdo esos trenes llenos de soldados, con los muchachos mirando por las ventanas saludando, realmente emotivo”.
“Practicábamos en el colegio. Ponían el toque de queda y nos hacían ir corriendo al subsuelo del Colegio Claret y meternos abajo de un montón de bancos y pupitres. Y si era muy repetitivo, en el aula. Se practicaba día por medio, o todos los días. Todas las ventanas estaban oscuras y se sentía la sirena. Éramos chiquitos, abajo de los pupitres”, cuenta Marcelo Cerquetelli, quien tenía 12 años.
“Los autos estaban con las luces apagadas, y había un “manzanero” que salía a recorrer la manzana todas las noches cuando estaba todo oscuro. No se podía tener nada prendido, porque se llamaba la atención”.
“Había que tapar todas las ventanas porque decían que iban a venir los ingleses y nos iban a voltear todo. Tapaba las ventanas con una cobija. Todo oscurito, tempranito nos acostábamos, porque teníamos miedo… Sufrí mucho”, dice Evelia Melo, que tenía 48 años.
“En el jardín (yo tenía 3 años, estaba en sala de 3) nos hacían ir al baño con frazadas puestas sobre nosotros por si había un bombardeo. No saludábamos a la bandera. Además, el hecho de tener a mi papá en la guerra marcaba más”, cuenta Vanina Vallejos, que tenía apenas 3 años y a su viejo en Malvinas.
“Fui con mi mamá a la estación de trenes “Aguará” en Cerri. Pasaba en tren, en cámara lenta. Me acuerdo de ver a los soldados asomados a las ventanillas re contentos. Ellos sacaban las manos por las ventanillas y nosotros les alcanzábamos chocolates, rosarios, comida, cartas”, recuerda Marta Del Carmen Cognihni. Ella tenía 16 años.
“En el colegio, en el Instituto Sagrado Corazón, estaba en cuarto año. Hacíamos simulacros por si bombardeaban la ciudad. En un momento de la mañana tocaba una sirena y nos teníamos que poner debajo de los bancos y oscurecer todo. Eso me quedó muy marcado”.
“Mirábamos las noticias para ver cómo íbamos. La gente estaba contenta”, resume Ramón Ortiz, que tenía 16 años durante la guerra.
“Mi recuerdo del 82′ en la Guerra de Malvinas es que tapábamos todas las ventanas de noche para que no se vea de afuera. Decían que nos podían encontrar así, con las luces prendidas. Entonces tapábamos las ventanas de las casas y del lavadero (su lugar de trabajo)”, recuerda Roberto Gauna, quien tenía 27.
“Como yo había hecho la colimba en el año 76′, me habían dicho que tenía que mandar la dirección de donde estaba viviendo por si me necesitaban las Fuerzas. Me daba un poco de “chucho” porque ya me había casado en enero de ese año”, agrega.
Ahora
Qué se sabe sobre la calidad del agua de los surgentes
Accedimos a testeos recientes. Sólo hay 4 en buenas condiciones.
La falta de agua en Bahía genera nuevamente trastornos entre los vecinos.
Algunos pueden y compran agua mineral, pero otros van a los surgentes donde se generan largas colas, porque pese a que hay 26 perforaciones, solo 4 están en funcionamiento, no siempre a diario y en muy precarias condiciones.
Con bidones y botellas, el objetivo es aprovisionarse, y no solo para tomar sino también para otros usos.
Ante estos casos, vuelve a estar bajo la lupa la calidad de ese agua, que va variando y depende de la Provincia, que es la que debe realizar los testeos.
Consultamos a la Autoridad del Agua por el último control pero no tuvimos respuesta.
Si hizo análisis el municipio, que nos facilitó el resultado de las muestras.
No presentan problemas el de Don Bosco 3200, República Siria 2398, Alem 1615 y Guillermo Torres 3134.
Históricamente el surgente del Parque de Mayo, que tiene una profundidad de 700 metros y una temperatura de 60º, siempre da valores adecuados para el consumo humano.
Según el ingeniero químico y docente de la UTN, Domingo Campaña, es el agua de mejor calidad de la ciudad y la que toma habitualmente.
No así, por ejemplo, los de República Siria y De Angelis, ni el de Los Chañares, que en más de una ocasión dieron niveles de sodio por encima de los aconsejados por el Código Alimentario Argentino.
En esa línea, en Wips consultamos al cirujano digestivo, Damián Beder, quien dijo que si bien no conoce los últimos informes, el agua de surgente “requiere de análisis constantes, porque puede ir cambiando”.
“A veces es agua que tiene muchos minerales, en especial sodio y puede desarrollar hipertensión en quien la consume. Es importante conocer sus niveles de calcio, sulfatos, las comparaciones de fósforo y magnesio”, advirtió.
El profesional puso a la localidad de Dorrego como caso emblemático, cuyos vecinos durante años tuvieron los dientes manchados y con el tiempo empezó a modificarse a partir de la instalación de una planta desalinizadora.
Beder alertó además que “al ser agua caliente debería cargarse en bidones de vidrio, ya que habitualmente lo hacen en plásticos y puede desprender partículas”.
Actualidad
No pudo reparar el techo tras el temporal y necesita ayuda urgente
Rocío de 27 y su hijo de 5 están padeciendo la lluvia. Requieren de colchones, sábanas y membrana.
Rocío tiene 27 años, vive con su hijo de 5 en el barrio Nueva Argentina y está necesitando ayuda urgente.
El temporal del 16 de diciembre afectó su casa, dejándola sin baño y con serios problemas en el techo y en la delimitación del terreno.
Los días de lluvia como estos son los más complejos y busca conseguir membrana líquida y tela para poder impermeabilizar.
A su vez, necesita colchones, sábanas y elementos de cocina. Actualmente tiene un anafe que le prestaron.
Por último, que la ayuden a cercar su parcela porque el alambrado se cayó.
Quienes puedan colaborar tienen que acercarse a Klostermann y Fina Fideleff, o comunicarse al Whatsapp 2916435587 o por llamada al 2916411128.
Ahora
Pediatras piden la eliminación de alimentos con sellos negros de los kioscos escolares
Según registros, 4 de cada 10 chicos entre 5 y 17 años tiene sobrepeso.
La Sociedad Argentina de Pediatría advirtió que en las escuelas se siguen vendiendo alimentos nocivos para la salud de los más chicos.
Por eso, sugirieron que no se comercialicen más productos comestibles y bebibles con sellos negros de advertencia nutricional, y que sean reemplazados por frutas, licuados, frutos secos o preparaciones caseras.
A través de un documento, consideraron quer las instituciones educativas son un lugar clave para mejorar los hábitos alimentarios y que el compromiso de las autoridades es fundamental.
En ese contexto, también hicieron un llamado a las familias para que envíen a sus hijos con alimentos saludables.
Esta indicación está en línea con la Ley N° 27.642 de Promoción de la Alimentación Saludable, conocida popularmente como la Ley de Etiquetado Frontal, que exige a la industria de la alimentación y bebidas a identificar con octógonos (sellos) negros el exceso de los productos, tanto sea en azúcares como sodio, grasas y calorías.
“Según datos de la segunda Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, el 13,6 % de los menores de 5 años presenta sobrepeso y el 41,1 % de los niños y jóvenes de entre 5 y 17 años tiene sobrepeso (20,7 %) u obesidad (20,4 %), con una mayor prevalencia en varones”, expresó la médica pediatra Susana De Grandis, especialista en Nutrición Infantil e integrante de la SAP.
Además, la institución expuso un estudio realizado por la consultora FIC Argentina junto al apoyo de la Federación Argentina de Graduados en Nutrición, en el que se demostró que las escuelas presentan un entorno alimentario poco saludable y que el 96,29 % de la oferta de productos envasados en los kioscos eran productos ultraprocesados.
Los productos que se ofrecían más frecuentemente en los kioscos eran golosinas (100 %), galletitas (91,18 %), bebidas envasadas (88,24 %), snacks dulces y salados industrializados (85,29 %), cereales azucarados y barras de cereales (82,35 %).
Además, un 88,3 % presentaba al menos un nutriente crítico en exceso y/o edulcorantes o cafeína. Y el 41,2 % de los kioscos presentaba publicidad de productos procesados y ultraprocesados, en su mayoría de helados, combos promocionales (ejemplo: combo de papas fritas con pancho) y bebidas.
Además, en el último informe del Panorama de Seguridad Alimentaria y Nutricional elaborado por la Organización Mundial de la Salud,
Argentina encabeza el ranking regional de obesidad. Según este trabajo, el 10 % de los niños menores a 5 años padecen ese problema.
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