Datos del Ministerio de Salud de la Nación indicaban el año pasado que un 22,2 % de las personas mayores de 18 años fuman.

Si bien el informe indica como dato positivo que más de 1 millón dejaron el hábito en los últimos 15 años, hay aún 45 mil que mueren anualmente por enfermedades relacionadas al tabaco.

Sin embargo, las cifras son alentadoras en comparación con el siglo pasado, tiempos en los que fumar era habitual y las publicidades lo asociaban al éxito.

Tan fuerte fue esta industria a nivel mundial e incluso en el país que hasta Bahía tenía su propia fábrica.

Tabacalera Costa Sud era el nombre de la compañía fundada en 1912 por iniciativa de Oreste Colombo.

La sociedad anónima se inició con un capital de 100 mil pesos aportados por propietarios, comerciantes y ahorristas de la ciudad.

El directorio estaba compuesto por Luis Salvadori (presidente), Guillermo González (vicepresidente), Juan A. Canessa (tesorero), José V. González (secretario); José Coelho, Le Sens de Folleville, Rogelio Chombost y Pablo Oyarzún (vocales).

Producían los cigarrillos BB en los talleres de Chiclana 263 y tenían una sucursal y depósito en Capital Federal.

Los vendían en presentaciones de 20, 30 y 40 centavos. Y además registraron las marcas Limay y Panamá.

Según el libro Pioneros del Tabaco, de Alejandro Butera, “las carteritas BB de 20 centavos traían 14 cigarrillos y bellos rostros femeninos decoraban sus caras internas, al igual que muchas marcas elaboradas por las cigarrerías más importantes”.

Para montar la fábrica se importaron las máquinas y demás elementos desde Europa, mientras que el tabaco se traía desde las provincias del norte del país.

Los productos de la Tabacalera Costa Sud se distribuían en Bahía donde la venta alcanzaba de 4 mil a 5 mil paquetes diarios, aunque también se los publicitaba en los principales medios porteños.

Si bien se desconoce cuándo fue el final de esta firma, en 1923 le fue retirada la personería jurídica por el gobierno de la Provincia de Buenos Aires.

La cárcel de Bahía Blanca se llama Unidad Penal Nº 4 de Villa Floresta.

Fue creada a principios del siglo 20, pero antes tuvo otras sedes en pleno centro.

Como no tenían buenas condiciones, se hizo un complejo en las afueras de la ciudad.

Hoy, a pesar de haberse ampliado, sigue superpoblada de internos.

Fue inaugurada en 1909, en un lugar que en ese momento era periférico.

Antes, hubo otros espacios para los detenidos. Uno fue el Depósito de Presos, en Belgrano entre San Martín y Chiclana, detrás del palacio municipal.

Como no tenía un espacio suficiente, en 1907 se creó la Cárcel Departamental, en San Martín 364, pero pasó lo mismo, sólo podría contener a 150 personas.

Con la creación del Departamento Judicial de Costa Sud con base en Bahía, se empieza a pensar en un complejo.

Se levantó sobre la chacra 88 del señor Apolinar Bañuelos de 25 mil metros cuadrados. Y el costo para hacerla fueron 600 mil pesos.

Inicialmente tuvo cuatro pabellones, dos en planta baja y dos en planta alta y cada uno podía albergar 150 internos. Y además, uno para mujeres y otro para incomunicados.

En los primeros años, llegaban jornaleros sin domicilio fijo y había un 30 % de analfabetismo. 57 eran argentinos, 3 de países limítrofes, 4 asiáticos y 37 europeos.

Ediliciamente fue sumando áreas para mejorar la permanencia e inclusión, pero hoy se denuncian malas condiciones de higiene y salubridad.

Según la Defensoría, tiene 550 plazas pero supera los 1.000 detenidos.

 

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El Comahue, identidad barrial y universitaria

En 1968, el municipio accedió a financiamiento internacional que se destinaba a distritos con problemas habitacionales, para hacer un desarrollo de viviendas.

Lo presentó ante la Secretaría de Vivienda de la Nación, que lo autorizó sobre un lote perteneciente a la Cooperadora de la UNS, de 12 de Octubre a Urquiza y desde Salta hasta Perú.

Se construyeron 55 monobloques, con 9 departamentos cada uno, casi 500 viviendas en total, más estacionamiento y espacios verdes con juegos.

Para un sector del mercado inmobiliario significó un duro golpe, teniendo en cuenta el valor de esas tierras.

Se inauguró el 9 de Julio de 1971. Los adjudicatarios pagaron un adelanto y después en cuotas durante 25 años, con un interés anual del 7 %, que no podía superar el 20 % del ingreso familiar.

Fue un barrio en el que los chicos se apropiaron del lugar y los grandes forjaron grandes amistades.

Con el tiempo, su composición social fue cambiando, y empezó a darle lugar a estudiantes, por la cercanía a la UNS, y sus accesibles costos para alquilar o comprar.

Alguna vez se especuló con cercarlo, pero fue apenas una idea. Sólo pasan por sus pasillos quienes viven ahí o algunos para cortar camino.

Pese al paso del tiempo, el Comahue mantiene su prolijidad, tranquilidad y espíritu.

 

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