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El relato viral de una bahiense que la pasó mal: “La fortuna me acompañaba y quedaba aún una cama”
Desde el inicio de la enfermedad a la burocracia, los problemas del sistema de salud y el aislamiento.
Carla Pannelli es una abogada bahiense que tiene 39 años. Contó en Twitter la historia que pasó con el coronavirus y se volvió viral.
En un hilo de 22 tuits relató cómo arrancó con un contagio que la dejó aislada en un hospital y lejos de su familia.
“La fortuna me acompañaba y quedaba aún una cama”, expresó.
El relato completo
Bueno, acá sale un hilo con lo que fue mi experiencia personal con el Covid.
Marido médico fue el primero en presentar síntomas. Se aisló dentro de casa, vinieron a testearlo y el hisopado dio positivo. Al tercer día de su aislamiento empecé también con síntomas.
Mucho dolor de cabeza. Mal. Fiebre. Tos. El olfato y el gusto nunca los perdí, pero sí el apetito y las ganas de todo. Con dos niños pequeños, estar ambos progenitores enfermos y aislados es algo que genera preocupación y te obliga a sacar fuerzas de todos lados.
El primer día fui a la guardia. Con 38 de fiebre y esa tos seca. Me auscultaron, me hicieron una Rx. Me mandaron de regreso. Me ofrecieron un hisopado pero rechacé la feliz experiencia. ¿Para qué? Ya nos daban por positivos a todos.
Empezamos a convivir de forma casi normal. “Mejor que se inmunicen todos”, dijeron. Los adultos con barbijos. Pero el contagio fue inevitable. La de 3 años pasó un día con 39 de fiebre. Y el de 7 dos días de fiebre y dolor de cabeza. Por suerte salieron adelante rápido.
Nosotros seguíamos decaídos, en mi caso siempre con febrícula, y mucho dolor en la espalda. El dolor en las piernas y el resto del cuerpo se había ido, pero el de espalda no me dejaba ni dormir. Y tos. Una semana luego de la primera Rx volví a la guardia. La repitieron.
No me prestaron mucha más atención. Ese día nadie quería auscultarme y tener contacto con una Covid positivo. Demasiado engorroso ponerse esos trajes de astronautas una y otra vez. Después de dos horas y media de estar sentada en una camilla me dijeron que la Rx se veía bien.
Volví manejando con mi febrícula a cuestas. Tenía una audiencia por Zoom en la que intenté toser lo menos posible. A la noche otra vez fiebre y decaimiento. Ya iban 8 días. Pensaba que era lo normal. No tengo enfermedades prevalentes.
Agradecida contestaba cada vez que no, no era hipertensa ni diabética, cuestiones que te ponen de jaque con el Covid. Desde Swiss Medical llamaban a diario para chequear que estuviéramos bien. No le daban tampoco mayor entidad a mi tos. Pero mi marido es terco.
Habló con otra médica del hospital donde trabaja. El mismo donde había concurrido por las Rx. Eran las 15 y ella le dijo “Que venga YA”. Yo refunfuñaba. Salir a la ruta con febrícula y cansancio, ¿una vez más? ¡Seguro no era nada! Fui igual, obediente.
Ella sí me revisó, con paciencia y cuidado. Me hicieron una tomografía. Y me explicó que tenía una neumonía bilateral. Leve. Pero que era el momento de agarrarlo a tiempo. Me derivó al Hospital Privado del Sur, donde la fortuna me acompañaba y quedaba aún una cama.
La recibida igual fue dura. Burocracia pura. Tres horas de temblar en una Camilla de salita de guardia, con fiebre, ventanas abiertas y un médico que asomaba cada tanto y decía “¿todavía no te vinieron a hisopar y sacar sangre?”. No, ni a darme agua, pensaba yo deshidratada.
Tener Covid da sed. Insisten en que hay que tomar más de dos litros y medio de agua sí o sí. A rajatabla. Finalmente me llevaron a esa habitación donde no andaba la calefacción, pero me dieron un par de mantas. Me dejaron sin muchas más explicaciones. Ni agua.
Tengo amigas salvadoras. Leti encaró resolutiva al hospital llevando agua, frutos secos, sandwichitos de miga. Era su cumple. Ni eso la detuvo. Me trajeron todo en una bolsa rociada de alcohol. Aunque el Covid era yo. Iba a comer y tomar algo después de 6 horas. Aleluya.
Pasada la medianoche me vinieron a poner una vía, a pasarme las primeras inyecciones de antibióticos, corticoides, anticoagulantes. Tenía fiebre, me sentía pésimo. Fue la última vez que presenté fiebre y dolores de espalda. El corticoides hace milagros a corto plazo.
Me hicieron firmar papeles en los q consentía y aceptaba los riesgos de recibir plasma. Firmé todo sin demasiado detenimiento. Me sacaron sangre una vez más para confirmar tipo y factor.
Mi único contacto con el exterior eran enfermeros y doctores, que venían vestidos de astronautas a chequearme en algunos horarios del día e inyectarme más o menos la misma rutina de siempre. Antibióticos, anticoagulantes, corticoides. Empezaba a conocerlos a través de las antiparras. Solo veía sus ojos. El plasma no se hizo esperar y al día siguiente llegó al rescate.
Algunos me contaban que venían invictos, otros que se habían contagiado. Una de las enfermeras me decía que sus padres empezaron con síntomas y ya no los tomaban en los hospitales porque son mayores y con Alzheimer. No quedan casi camas. Las estadías son largas.
Rogamos juntas que sus padres superen la enfermedad. Ella me dice que su marido, a pesar de la diabetes, la pudo zafar. Y rogamos el milagro de nuevo. Son todos amables, hablamos muy poquito, porque el protocolo de contacto tiene que ser mínimo. Incluso las médicas vienen una sola vez y después me comunican cosas por telefóno. 4 AM suele sonar con el recordatorio de que tengo que inhalar budesonide en puffs.
El tiempo transcurre raro. Un día viene marido con mis chiquitos a saludarme desde la vereda a mi ventana del primer piso, y se hace imposible no llorar. Amigas y madre también aparecen al rescate en todos esos días. Me llenan de mimos, comida, libros, esmaltes.
Me llenan de amor. Ese amor que te inunda y te conforta de una manera enorme. Agradezco todos los días. Las palabras de aliento, los llamados y mensajes.
En principio no me decían mucho cuando podía irme. La ansiedad me empezaba a ganar. ¿Hoy? No, todavía queremos chequear que todo esté bien. Que satures bien oxígeno, etcétera. 5 noches de hospital y me anuncian que me puedo ir. Enorme alegría.
El protocolo de salida es curioso. Me piden que me bañe, que me ponga guantes y barbijo y baje por la escalera sin tocar nada, con mis pertenencias en una bolsa, aunque ya no soy Covid+. Las enfermeras me saludan contentas y nos deseamos suerte. No miro más atrás, vuelvo a casa feliz y agradecida.
Bueno, acá sale un hilo con lo que fue mi experiencia personal con el Covid.
Marido médico fue el primero en presentar síntomas. Se aisló dentro de casa, vinieron a testearlo y el hisopado dió positivo. Al tercer día de su aislamiento empecé también con síntomas. (..)— Carla (@KrCarlit) October 14, 2020
Actualidad
Próximo al retiro, Bruno Cerella fue homenajeado en Italia
El bahiense está desde el 2004 en ese país y llegó a jugar en la Selección.
Bruno Cerella es un abanderado de los bahienses por el mundo.
El ex jugador de Pueyrredón forjó una carrera extensa y de calidad en Italia, lugar que le dio la bienvenida desde el año 2004 cuando emigró en busca de una oportunidad.
Jugó en el Massafra, Salerno, Potenza, Teramo, Casapusterlengo, Pallacanestro Varese, Olimpia Milano, donde brilló en Euroliga, Reyer Venezia y Treviglio.
El escolta, de 37 años, se dio el lujo de jugar para la selección italiana y es un jugador muy reconocido en ese país.
Este año es el último de su extensa y brillante carrera y después los playoffs de la A-2 va a colgar las zapatillas para siempre.
En este contexto, su actual club, lo homenajeó ante la presencia de familiares y amigos.
“Fue un momento increíble en el cual muchísimas personas que fueron parte de mi carrera, como mi familia, compañeros de equipo, representante, dirigentes y entrenadores, vinieron a darme un abrazo en una noche especial”, contó Bruno al área de prensa de la Asociación Bahiense.
“Lo viví con mucha emoción y soy consciente de lo hermoso que fue cada paso de mi carrera y de lo más lindo que me llevaré por siempre conmigo: las personas que he conocido. Me retiro con el corazón contento y con mucha serenidad abrazando lo que llega en esta nueva etapa de mi vida”, agregó.
Ahora
Detalles del operativo y venta de entradas para Villa Mitre – Olimpo
Se juega el domingo a las 15:30 en El Fortín. Habrá 150 efectivos.
Este domingo a las 15:30 se va a jugar un nuevo clásico bahiense por el Federal A.
Por la 6ta fecha Villa Mitre va a recibir a Olimpo en su estadio, al que solo podrán ingresar hinchas locales.
Para ese juego, habrá un operativo de seguridad con 150 agentes y custodia en las sedes de ambos clubes y del colectivo del plantel visitante por parte de personal de comisarías, Infantería, Caballería y grupo GAD.
El comisario Gonzalo Sandobal confirmó que el operativo dará comienzo a las 12.30 y que las puertas del estadio abrirán a las 14.
Además se van a realizar seis cortes de calle: Punta Alta y Maipú, Necochea y Chiclana, Cramer y Caseros, Godoy Cruz y Maipú, Necochea y Maipú, Necochea y Caseros y Godoy Cruz y Plumerillo.
En cuanto a la venta de entradas, comenzará el viernes de 15 a 19 únicamente socios en el estadio de básquet José Martínez.
El sábado, de 10 a 13 y de 14 a 18 en El Fortín, socios, generales, jubilados, menores y plateas.
En tanto que el domingo, de 9 a 12, en El Fortín.
Generales: $ 7000
Jubilados y menores: $ 5000
Anexo a plateas: $ 8000 (socios) y $ 10000 no socios).
Ahora
Villa Mitre – Olimpo, el domingo 15:30 con un operativo de 150 efectivos
Al partido, por la 6ta. fecha de la Zona 1 del Federal A, solo podrá ingresar público local.
El domingo se va a jugar un nuevo clásico del fútbol bahiense entre Villa Mitre y Olimpo.
Será por la 6ta. fecha de la Zona 1 del Federal A a partir de las 15:30 en El Fortín de Maipú y Necochea.
A ese compromiso solo va a poder asistir público local y el operativo de seguridad afectará a 150 efectivos.
Además de custodiar los alrededores, lo harán en las sedes de ambos clubes y en el traslado del plantel Aurinegro en la ida y la vuelta.
En cuanto a la venta de entradas, no se sabe el horario pero sí que será desde el jueves hasta el domingo.
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